Nota de tapa

Centro de Artes Visuales/Museo del Barro

Diálogos de diversidad cultural en el arte

Paraguay tiene la particularidad de contar con pocos espacios dedicados al arte. Menos aún, al arte popular. Y todavía menos sitios donde expresiones de distintos orígenes puedan dialogar entre sí. Nuestra nota de tapa de la semana rinde homenaje a un museo (que no lo es) que logró convertirse en un epicentro del acervo cultural del país. Y de paso, de toda Iberoamérica.

Por Laura Ruiz Díaz. Producción: Sandra Flecha. Fotografía: Fernando Franceschelli.

El Centro de Artes Visuales/Museo del Barro (CAV/MdB) celebró medio siglo de existencia en diciembre de 2022, con la exposición El caudal. 50 años de un inicio. En junio de este año se presentó una cartografía histórica que también hace de archivo de la memoria y que, en partes iguales, es del arte de un pueblo como de su identidad.

“Si un visitante tiene un día para conocer Paraguay, le digo que visite el Museo del Barro. Si tiene dos, que también vaya al Mercado 4”, dice Milda Rivarola. Y con razón. En un solo lugar se conjuga un recorte de todas las artes visuales tanto de Paraguay como de Iberoamérica. Y lo mejor: dialogan en pie de igualdad expresiones del arte popular como de lo que es considerado canon, e incluso hay lugar para las nuevas expresiones. 

En esta nota damos un recorrido por la historia de este espacio que acuna y protege toda una esencia del arte, usando como guía arqueológica el libro Este museo no es un museo. Museo del Barro: historias, mito y comunidad, de Lia Colombino. Con ella también conversamos sobre el pasado, presente y futuro del espacio, y aprovechamos la presentación de la reconocida historiadora y socióloga Milda Rivarola para hablar sobre museística, archivos y cómo las obras de arte pueden conversar entre sí. 

Fotografía: Fernando Franceschelli.

¿Qué es un museo?

En el caso del CAV/MdB, empezó como una intuición. Hoy, está bien claro que su objetivo es “abrir una escena en la que se expongan en pie de igualdad las diversas expresiones visuales del Paraguay e Iberoamérica”, como dice Colombino. Pero en sus comienzos, en 1980, esto no estaba concretamente expuesto. 

“Se trabajaba desde la intuición de que a pesar de que había una diversidad de expresiones estético-poéticas en Paraguay, no contaban con el mismo estatus que el arte de tradición occidental”, explica Lia. Hoy se tiene claro ese objetivo y se trata de trabajar en esa línea desde la misma dirección. El historiador de arte y ensayista francés Georges Didi-Huberman dice en su texto Das archiv brennt (El archivo arde) que la esencia misma del archivo es “ser horadado”. Es decir, además de lo que está, lo que podemos intuir que ya no. Para sostener su idea, dialoga con la tesis de Walter Benjamin, el filósofo alemán: “La barbarie se esconde en el concepto mismo de la cultura”. 

En ese sentido, cabe preguntarnos sobre el milagro que implica que un objeto de arte llegue a nosotros, que supere el paso del tiempo y sus consecuencias. Existe una voluntad de conservación, pero también algo de suerte. Y qué mucho de esta última tenemos, como sociedad, al contar con un espacio como el bien llamado Museo del Barro.

Fotografía: Fernando Franceschelli.

El diálogo entre Didi-Huberman y Benjamin resalta la complejidad y la dualidad de la cultura y el arte, y plantea preguntas sobre cómo entendemos, valoramos y preservamos esas expresiones a lo largo del tiempo. Al elevar el arte popular al mismo nivel que el académico, se desafían las jerarquías tradicionales y se fomenta una apreciación más inclusiva, amplia y hasta —se podría decir que— verdadera de la creatividad humana.

Según la historiadora y socióloga Milda Rivarola, el CAV/MdB fue creado en una coyuntura muy particular. Por un lado, en plena dictadura estronista (1954-1989), cuando había “muy poco o nulo apoyo a este tipo de instituciones” y, además, hasta ese momento las opciones exponían desde lo convencional, lo tradicional, lo ligado a las “bellas artes”, entendidas estas como las provenientes de la escuela europea del siglo XIV y principios del XX. Con honrosas excepciones, como el museo Andrés Barbero, con esfuerzos importantes de la antropóloga Branislava Sušnik. “Lo que hace el CAV/MdB es dirigir la mirada hacia las expresiones en general, artes visuales que no estaban siendo miradas por la museística tradicional; rescatar, resguardar, exponer y, sobre todo, enfrentar piezas distintas en museo, con otra mirada a lo que es arte”, explica Milda Rivarola.

Pero un museo no es un espacio de archivo, por lo menos no como nosotros lo entendemos: es un mapa, una guía cartográfica de “algo” que queremos mostrar. En el caso del CAV/MdB, es también una revolución, porque puso en pie de igualdad lo que nunca antes fue considerado digno de establecer una vida en un sitio de estas características (aunque reúna, con creces, las condiciones), con piezas que ya se ganaron su lugar.

Fotografía: Fernando Franceschelli.

Un sueño colectivo

Este caso, como la mayoría de las iniciativas del arte en nuestro país, nació a partir de una serie de gestos, de acciones que quizás en el momento tuvieron un sentido diferente, pero que hoy, 51 y un años después, se convirtieron en piezas fundacionales de un proyecto mucho más grande. Y, también, como todo en la época, se construye desde el margen institucional. El año era 1972 y el contexto político estuvo surcado por una dictadura que no solo perseguía enemigos políticos (reales o imaginarios), sino que también fue uno de los grandes defensores de la normalización a través de la represión y, en muchos casos, de mecanismos incluso más violentos.

En ese contexto, Carlos Colombino y Olga Blinder fundan la Colección Circulante, compuesta de piezas gráficas de tradición occidental moderna, grabados y dibujos. Como no contaban con espacio físico (y como su nombre lo dice), era una muestra itinerante cuyo lugar lo constituían pequeños centros culturales, educativos y hasta plazas. 

En el 78 la colección creció y, más importante, se diversificó en soportes. Pasaron a contar con pinturas, objetos, esculturas e instalaciones y nació la necesidad de ocupar un espacio físico que hiciera de refugio. Blinder se abocó a otros proyectos y Colombino se mantuvo; la búsqueda del espacio físico también permaneció. Distintos colaboradores se acercaron al artista. La actriz Edda de los Ríos, por ejemplo, lo acompañó a solicitar un espacio a la Comuna. Sin éxito.

Lia Colombino. Fotografía: Fernando Franceschelli.

Se adquirió el espacio en Isla de Francia, donado por el mismo artista y la arquitecta Beatriz Chase. La sala Josefina Plá dio inicio al CAV. Allí impartieron talleres artistas nacionales de la talla de Susana Romero, Félix Toranzos, el mismo Carlos Colombino y otros. En 1980, se fundó el Museo del Barro en San Lorenzo. Osvaldo Salerno e Yssane Gayet llevaban adelante el proyecto, pero también colaboraron Colombino y otros más. El espacio acunaba la cerámica popular paraguaya. Ocho años después, se mudó a la sala Josefina Plá y entonces nació el sueño de poner a conversar el arte erudito con el popular.

Y claro que no podemos dejar de nombrar a Ticio Escobar, uno de los primeros en argumentar con teoría sobre el carácter artístico de ciertos objetos, imágenes y prácticas de las culturas indígenas en pie de igualdad con otras producciones en Una interpretación de las artes visuales en Paraguay (1982). Esa investigación dio pie a una colección que sentó las bases de la que luego se convirtió en la colección del Museo de Arte Indígena.

Hoy, el CAV/MdB está conformado por un equipo pequeño, en el cual muchas personas trabajan ad honorem y cada año depende de un presupuesto incierto para continuar. “Hubo otros desafíos, como aquel tornado de 1993 o recientemente una gran lluvia que ingresó a una de las salas”, cuenta Lia. Tuvieron que cerrar varios días para arreglar los techos de la zona: las instalaciones no están preparadas para el cambio climático.

Para entender a cabalidad la intervención de cada una de las personas que pusieron de sí para lograr que el CAV/MdB sea lo que es hoy, es necesario leer el libro.

La colección

Este museo no es un museo porque, para empezar, son varios. El Museo del Barro, con colecciones de arte popular; el Museo de Arte Indígena, realizada por distintas etnias; pero también con lugar para expresiones del arte urbano, no solamente de Paraguay (Museo Paraguayo de Arte Contemporáneo). 

El primero cuenta con más de 4000 obras correspondientes a producciones mestizas que datan del siglo XVII en adelante. Conviven tallas en madera y tejidos textiles, con encajes, cerámica y orfebrería. Existen alrededor de 300 piezas de cerámica precolombina procedentes de todo el continente americano.

El Museo de Arte Indígena comprende vasijas y tallas, adornos plumarios y tejidos, máscaras y cestos que suman más de 1750 piezas. Entre ellas, se pueden admirar cinco vestimentas ceremoniales pertenecientes a la comunidad ishir, que habita en el departamento de Alto Paraguay. Estos trajes desempeñan un papel crucial en el contexto del ritual anual conocido como Debylyby. Las prendas se confeccionan con tejidos elaborados a partir de fibras de caraguatá, acompañadas por máscaras y ornamentos de plumas que provienen de varias especies de aves autóctonas del Chaco.

Lia Colombino cuenta que, en ese momento, Wylky y Clemente López, entre otros chamanes ishires, se acercaron a montar los trajes ceremoniales. La curaduría se denominó El sueño amenazado, en 1989, y ofreció un panorama de conjunto de la producción estética de las distintas etnias. Y no podemos dejar de mencionar al Museo Paraguayo de Arte Contemporáneo, que con más de 3000 obras es la única colección permanente de pintura, dibujo, grabado, instalación, objeto y escultura actual del Paraguay, e incluye la producción de artistas latinoamericanos y españoles.

Fotografía: Fernando Franceschelli.

En cuanto a la elección de piezas, tenía que ver con el interés específico de los fundadores, porque eran quienes las coleccionaban. También, con los contactos que hacían en el exterior, las personas con las que entablaron amistad y los trueques de obras que realizaban. 

“La primera colección de cerámica popular tenía que ver con el interés de mi padre, inculcado sin dudas por Josefina Plá”, cuenta Lia. “Luego, la colección de grabado y dibujo, con una estrategia de lo liviano: era lo que se podía trasladar. Por eso tenemos, por ejemplo, varios grabados de artistas de Centroamérica, porque él hizo un taller en San José a fines de los 70, fue a enseñar y allí hubo artistas que donaron sus obras o las intercambiaron con él”, explica y remarca: “Al principio era un poco azaroso”. 

Según Lia, apareció la preocupación por la talla de imaginería religiosa colonial y popular; allí sí hubo programa: la idea era coleccionar las piezas que se salieran del libreto de lo “correcto”, de la imagen que checaba totalmente con el rito católico, que tuviera la propia intervención de la mano que la talló, en sus formas o en sus visiones propias (información más detallada sobre este tema, se puede encontrar en la publicación).

“El afán colector de Ticio Escobar en torno al arte indígena tiene que ver con sus estudios en ese campo”, indica la museóloga. “Por supuesto, hay mayor cantidad de objetos de factura ishir. Escobar, entre los 80 y 90, trabajó de cerca con esas comunidades para estudios sobre sus derechos, su arte y sus ritos, vertidos en obras como Misión etnocidio y La belleza de los otros, pero sobre todo en La maldición de Nemur”. 

Fotografía: Fernando Franceschelli.

En palabras de Milda Rivarola, “la política cultural paraguaya de la época no consideraba lo popular e indígena como arte, era visto como artesanía o cachivaches. El salto que da el museo es considerar su arte en todo el sentido de la palabra y especialmente hacer que todas las artes paraguayas estén en un mismo sitio y dialoguen entre ellas”. 

“No existe una representatividad del universo que conforma todo el arte del Paraguay, esto quizá lo debería hacer un museo nacional, como en otros países”, afirma Lia. “Nunca fue ese el objetivo. No hace falta ser omnicomprensivo para entender la diversidad; la colección del CAV/MdB es un recorte que da pie a entenderla”.

Nadie queda indemne

Aunque a muchos defensores de la colonialidad les pese y de alguna manera se refute el ideal de mestizaje que se difunde, Paraguay es un país pluricultural y multiétnico. Hay una convivencia (no siempre pacífica) entre distintas manifestaciones y estas muchas veces suelen ser negadas. Y en la normalización, sobre todo cuando hablamos de arte, solo se pueden perder matices.

“En el recorrido del museo algo trasuda. Es raro que alguien quede indemne en ese recorrido”, afirma Lia. Y los comentarios que reciben día a día de los visitantes, tanto locales como extranjeros, son prueba de que de esa visita salen con una visión de esa diversidad. “Quizá no es una visión omnicomprensiva ni académica, o de haber recibido un cúmulo de información. Pero es, sin duda, una muestra que apela a la sensibilidad, y es a través de ese recorrido que el visitante recibe un caudal de imágenes que ni son de la misma factura ni tienen las mismas preocupaciones ni poseen el mismo lugar de enunciación. Y eso se percibe, sin necesidad de mucha explicación”,  relata Lia. La invitación está abierta a profundizar.

El espacio, además de albergar las distintas colecciones y miles de piezas que tenemos el privilegio de poder visitar, también fue hogar de diferentes espacios de aprendizaje. Desde los talleres en los 70 y 80, pasando por seminarios, hasta distintos estudios que deambulan entre lo artístico y lo político, todos fueron intentos de crear comunidad.

Fotografía: Fernando Franceschelli.

Un vacío que (de nuevo) es ignorado

La sostenibilidad siempre fue un desafío, desde el día uno, y la captación de recursos se dio enteramente de forma autogestiva. Primero de forma básica, con rifas, ferias y cenas. Pero también después, con la creación de la fundación y la aplicación a fondos internacionales, porque en los 70 fue cuando Paraguay afianzó el déficit de Estado.

Y la realidad es que el desafío sigue presente. Pero, según Lia, eso también es un reto en lo político porque “esa precariedad en cuanto a encontrar fondos es resultado de una política que no ve en la cultura las posibilidades que posee. Esto no fue solo en los primeros años, sino hasta hoy día. Cada año el museo debe apelar al trabajo de consecución de fondos para el mantenimiento de sus programas”, indica.

“Trabajar la imagen desde la diferencia era, en este escenario, un gesto político”, escribe Lia Colombino sobre Carlos en su libro. Y cada uno de estos esfuerzos implicó un granito de arena para la caída (por lo menos en papeles) del régimen totalitario más largo de Latinoamérica. Hay un compromiso político detrás del arte que va más allá del Colombino militante estudiantil o del Fulna (Frente Unido de Liberación Nacional); una interpretación crítica de un mundo pocas veces cuestionado fue más que clave. 

El CAV/MdB es una iniciativa de un colectivo de diversas personas de la escena cultural, pero es importante remarcar la deuda del Estado en este sentido: una institución privada no puede llevar sobre sus hombros la misión de toda la representación del arte paraguayo. 

La sostenibilidad siempre fue un desafío, desde el día uno, y la captación de recursos se dio enteramente de forma autogestiva. Primero de forma básica, con rifas, ferias y cenas. Pero también después, con la creación de la fundación y la aplicación a fondos internacionales.

¿Por qué escribir un libro sobre un museo?

“¿Por qué no?”, retruca Lia. Y sobre el CAV se pueden hacer decenas. En Paraguay, sobre todo, hay un vacío gigante de lo que no ha sido investigado. Y en el caso de la autora del libro, particularmente, es un trabajo que lleva ya muchos años. Desde el 2000, cuando le tocó hacer un trabajo de “buceo archivístico”, en sus palabras.

Y claro, es una historia íntima y afectiva que se conecta con la suya de forma muy personal. El escritor paraguayo Damián Cabrera dice al respecto que hay un doble estatuto: “El que parte de una práctica sostenida de inmersión documental en el archivo del Departamento de Documentación e Investigaciones del museo, pero también, sobre todo, el que procede de formas de conocimiento forjadas en proximidades inevitablemente biográficas”.

 “Quizá la pregunta podría ser para qué se escribe un libro sobre algo”, plantea Lia. “En mi caso, para sistematizar un trabajo que vengo realizando hace rato y que quizá sirva como estudio de caso o como registro del particular devenir institucional del museo, que es uno de los más importantes de la región”, detalla.

Lia participa de la historia del museo “como se participa de la propia vida”, dice Cabrera. En primera persona, con profunda atención y cuidadoso detalle, la autora logra impregnar en las páginas de este libro la esencia de un espacio que trasciende las fronteras físicas en muchos sentidos.

Aprender a leer un museo

¿De qué hablamos cuando hablamos de un museo? “No solo es el repositorio de objetos, el guardián de un archivo ni un desván. Es sobre todo un dispositivo que conlleva un guión”, establece Lia. La forma en que están dispuestos, sus salas, el cuidado, las exposiciones que ofrece, sus actividades y otros son un statement, comunican. 

El CAV/MdB es una experiencia innovadora no solamente para Paraguay sino para toda América Latina. “Si hay gente que viene al país por dos días y pregunta qué hacer, vos le decís: ‘Andá al Museo del Barro y, si te sobra un día, al Mercado 4, para sentir lo que es alma popular’”, cuenta Milda. Para la socióloga es uno de los espacios culturales más importantes, donde es posible ver toda la riqueza cultural de un país en su diversidad. 

“Está hoy también su importancia en la construcción de ciudadanía, y eso es un punto no menor en un país en el que adolecemos de ella”, agrega Lia. Y finaliza: “Los museos, creo yo, tienen una dimensión poética: lo simbólico, el bolsón de sentido que necesitamos; pero también, un nivel político: en el caso del Museo del Barro, el derecho a la diferencia, a pesar de estar rodeados por una sociedad que busca aplanarla o amasarla para que las particularidades se conviertan solo en nicho productivista de mercado”.

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