Arte

El Ojo Salvaje, o cómo mirar juntos

Cuerpo colectivo, territorio político

La edición 2025 de esta bienal se desarrollará del 5 al 15 de noviembre, en distintos espacios culturales de Asunción, con un abordaje de la corporeidad, desde la cámara como lenguaje y dispositivo de búsqueda principal. A través de talleres y muestras, y la generación de un encuentro común ciudadano, El Ojo Salvaje apuesta una vez más a la construcción en comunidad de aprendizaje, creación y sostenibilidad, con la fotografía en el centro como faro y reflexión.

A días del inicio de una nueva edición del festival El Ojo Salvaje: Mes de la Fotografía en Paraguay, la novena para ser exactos, conversamos con la organización sobre lo que podemos esperar de la propuesta. En el mismo aliento, hacemos una retrospectiva del camino que fue construyendo el evento en sus ya 17 años de existencia.

Abordamos el trabajo de la organización desde sus inicios hasta la actualidad con el presidente de la asociación de fotógrafos y fotógrafas El Ojo Salvaje, Aizar Arar; el director del festival, Jorge Sáenz; la expresidenta y miembro fundadora, Rosa Palazón; y Leonor De Blas, quien fue la primera mujer presidenta de esta organización y es la actual directora del Festival Internacional del Libro Fotográfico Autoral (Filfa).

Aquello salvaje del ojo

El Ojo Salvaje nació en 2008 como una iniciativa fundada fuertemente en el factor de comunidad, aprendizaje, creación y articulación entre gente dedicada a la fotografía, tanto local como internacionalmente. La organización, dice Jorge, la iniciaron con Fredi Casco, artista visual, curador y escritor, ese año. Luego se sumaron más personas, como Rosa. “En general, en el arte se tiende al individualismo, a competir, sin darnos cuenta de que tenemos muchas cosas en común por las cuales es mejor luchar colectivamente”, agrega Jorge.

Coversaciones con Tata, de Beta Ruttia.

En ese entonces, la situación gremial de las y los fotógrafos del país (a excepción de los reporteros gráficos) era un tema de preocupación tanto para Jorge como para Fredi, lo que sirvió como puntapié inicial para pasar del pensamiento a lo tangible. “Ese es el origen, el hacer cosas colectivamente: exposiciones, libros; todo lo que hemos logrado en estos 17 años”, explica Jorge. Un antecedente importante de la conformación es su Taller de Ensayo Fotográfico, un espacio referente de encuentro, construcción y análisis en lo que respecta a esta área.

Rosa recuerda que fueron las mismas personas que en el workshop de Jorge encontraron un espacio formativo y de conversación horizontal en torno a la fotografía las que luego pasaron también a formar parte del festival. “En el taller semanal desarrollábamos nuestros proyectos y los exponíamos en conjunto. Era como desnudarse frente a los compañeros, un ejercicio muy interesante de construcción colectiva”, comenta Rosa. En su presentación, ella comparte que su colaboración y trabajo desde y para la organización parten de una concepción de militancia. “Mientras tenga sentido, seguiré”, acota.

Jorge reflexiona sobre su trabajo y elabora: “La foto la saca, la piensa y la dispara uno. Entonces, eso te hace entender un poco el individualismo, tendemos a competir”, menciona. Sin embargo, fruto del encuentro y la sinergia generada en el taller, que inició en Asunción en 2003 y en Argentina en 1999, hoy existe una organización que sigue construyendo sobre los cimientos del fruto colectivo, y que va sumando nuevas generaciones que generan arte visual con la fotografía como lenguaje principal.

Pero Jorge también ve el cambio a través de los años. “Antes era un esfuerzo que caía sobre pocas espaldas, y ahora, gracias a determinadas personas que han dirigido la organización con una mirada distinta, puedo ver tres etapas en retrospectiva”, explica. Está la inicial, que va hasta 2014, aproximadamente; luego, con la presidencia de Leonor se consolidó un momento bisagra, cuando todo empezó a moverse distinto, con la responsabilidad más compartida entre los miembros. La tercera llegó cuando el evento se abrió a nuevas perspectivas de jóvenes artistas y profesionales.

Obra de Tim Miraquel.

En este sentido, la sostenibilidad es un factor no menor. La posibilidad de sustentar un lugar por medio de la voluntad y el trabajo de sus propios miembros no es poca cosa, en un contexto en el cual las iniciativas y los proyectos culturales hechos en el país no cuentan con garantías ni seguridades de parte del Gobierno para seguir desarrollando pensamiento y creación. “Una de las cosas más impor tantes a destacar es que hemos sabido, de alguna manera u otra, ir pasando por etapas y encontrando nuevas formas de mantener vivos esos espacios que se crearon desde El Ojo Salvaje, espacios cada vez más necesarios para el diálogo y la reflexión respecto a la imagen”, agrega Leonor.

Sostener un espacio que permita dar lugar a diferentes miradas: para Leonor, ese es el desafío más grande y, también, el aporte más significativo que la organización ha hecho al Paraguay. Para Aizar, la esencia subyace en la idea de ir más allá de las imá genes, buscar un punto que traspase la mirada. “Una visión que se va entrenando y que también se puede enriquecer con el apoyo de lo colectivo”, explica.

Aparte del festival, cuenta con varios proyectos paralelos. Uno de ellos es el Premio de Fotografía Hippolyte Bayard, considerado el más importante a nivel país. También está la Feria Internacional de Libros Fotográficos Autorales (Filfa), bajo la dirección de Leonor; y movidas entre las cuales hay actividades como fotocaminatas, talleres y muestras. “Son hitos que El Ojo viene manteniendo, sosteniendo, que nos envuelven a todos en una actividad de trabajo, en una responsabilidad”, sostiene Rosa.

Corporeidades, de Ana Sabiá.

Festival EOS: Mes de la Fotografía en Paraguay

Como parte del proceso del taller de ensayo de Jorge, varias veces se realizaron exposiciones colectivas. A medida que este espacio iba creciendo y la producción artística también, aparecieron las ganas de invitar a fotógrafos extranjeros para que las muestras tuvieran contexto internacional. “El objetivo fundacional fue realizar ese proyecto cada dos años, que trajera gente de fuera y que expresara lo mejor de la producción local también. A eso nos hemos dedicado todo este tiempo, y realmente ha crecido mucho la creación nacional”, explica Jorge.

La convergencia de miradas entre las producciones locales y las internacionales, el rodearse del público extranjero y la conexión que se da en esos momentos son algunos de los factores que identifican al festival, según Aizar: “Hay mucha gente de fuera que se interesa en Paraguay, que quiere saber más. Porque más allá de la fotografía como premisa principal y el espacio físico que se genera, también están los encuentros, el intercambio de ideas”.

La exposición principal, Corporeidades, nace de una preocupación sobre lo corporal como campo de exploración a través de la narrativa fotográfica. “Es un tema que está ahora especialmente discutido, sobre todo a partir del ascenso en la lucha feminista y de las mujeres por sus derechos a mitad de la década pasada, me da la impresión”, agrega Jorge. Este concepto aparece y se materializa con la idea de abordar la temática a través de un libro colectivo, Exploraciones, que reunió a 17 autores y fue un logro muy importante para ellos.

Obra de Raquel Rivaldi.

En 2018, cuando la organización cumplió 10 años, realizaron una muestra que tenía como temática la problemática de la tierra en Paraguay. “Se había generado una fuerza muy grande, nunca antes vista en El Ojo Salvaje. Luego de aquella experiencia pensamos en la posibilidad de hacer festivales con conceptos que nos permitieran poner sobre la mesa cosas de las cuales no se quiere hablar o no se puede hablar, siempre desde la fotografía”, comenta Leonor. Como vieron que el esfuerzo logrado con la publicación de Exploraciones podía seguir amplificándose, decidieron trasladar y seguir trabajando la misma temática en el festival.

La edición 2025 de la bienal de fotografía se desarrollará del 5 al 15 de noviembre, en distintos lugares de Asunción. La programación incluye un total de 13 exposiciones, conversatorios, talleres y la participación de artistas nacionales e internacionales. “Además de animarnos a hacer una convocatoria abierta latinoamericana para compartir miradas desde diferentes lugares, nos podemos dar el gusto de recibir a María Santoyo, de PhotoEspaña, curadora, docente y gestora cultural”, agrega Leonor, quien entiende que Paraguay sigue siendo una gran incógnita quizás para la gente, pero que cuando se logra hacer ese cruce, esa conexión, se dan cuenta como colectivo de lo valioso que es el trabajo que están llevando adelante.

El acto de apertura será el jueves 6 de noviembre, a las 19.30, en el Centro Cultural de España Juan de Salazar con la inauguración de tres muestras. La primera es Corporeidades, conformada por 154 obras de 135 autores de Latinoamérica. La selección estuvo a cargo de Diego Argote (Chile), Fredi Casco y Lia Colombino (Paraguay), y la curaduría fue de Jorge Sáenz, director del festival.

Familiarizarse, de Oriana Elicabe.

La segunda corresponde a El brillo que no se apaga, homenaje a dos artistas y activistas por los derechos humanos: Yahaira López y la diva drag Usha Didi Gunatita.

La tercera muestra es el avant première en el país de Madonnas e Fridas, videoarte de Ana Sabiá, elaborado con fotografías de 50 artistas brasileñas tras una investigación poética y teórica de nueve meses, que reflexiona críticamente sobre la experiencia de la maternidad.

Para el segundo día, la fotógrafa, autora, curadora y docente Gisela Volá presentará, en el Instituto Cultural Paraguayo Alemán (ICPA), la muestra fotográfica Familiarizarse, de Oriana Eliçabe. En ella vemos a 10 familias formadas por mujeres y disidencias sexuales de España, Holanda y Estados Unidos a las que les hizo seguimiento durante más de 20 años.

Toda la programación del festival —fechas y horarios de los talleres, exposiciones y conversatorios, además de las locaciones— se encuentra disponible en Instagram (@el_ojo_salvaje).

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