Palmeras del Paraguay
Muchas veces pensamos que las palmeras son un tipo de árbol. En realidad, son una familia propia de plantas monocotiledóneas llamada arecáceas, que comprende desde variantes enanas con la apariencia de pasto y pocos centímetros de altura hasta especímenes gigantes de los bosques. En esta oportunidad conoceremos un poco más sobre las variedades paraguayas de esta maravillosa especie.
Texto y fotos de Luis José Recalde (@drunken_forestpy), ingeniero agrónomo y divulgador ambiental.
Exóticas y nativas, así son las palmeras del Paraguay. A veces usada como sinónimo de “llamativo”, en realidad la palabra “exótico” significa “proveniente de otro lugar” y su opuesto es “nativo”. En Paraguay contamos con 23 especies de palmeras nativas y una gran variedad de exóticas. Hay que notar que algunas de estas últimas se vuelven invasoras, en especial la seafortia (Archontophoenix cunninghamii), que se extiende por el Bosque Atlántico y no debería ser cultivada por el daño ambiental que causa.
Las palmeras nativas tienen una gran impronta en la cultura paraguaya, como cuando dan origen a los toponímicos. Ejemplos de esto son Yataity (que significa lugar donde abunda el yataí), Karandaity y Mbocayaty, de similar significado.

Plantas de mil usos
Las palmeras son una de las plantas que más ha sabido aprovechar la humanidad. Proveen alimento, casa, abrigo, remedios e, incluso, se han utilizado como instrumentos religiosos. Todos conocemos los jabones de coco que, en Paraguay, no están hechos con el mismo fruto del resto del mundo (Cocos nucifera), sino con el mbokaja (Acrocomia aculeata), el mismo que provee el coco rallado para tomar mate dulce y el refrescante para el tereré mbokaja ra’y. Los frutos del pindó (Syagrus romanzoffiana) son un “chicle” natural tradicional en la infancia nacional.

En los casos de varias especies, se consumen no solo sus frutos, sino también el “corazón” o brote central (de donde nacen las hojas). Especialmente apreciado resulta el palmito (Euterpe edulis), nativo de los bosques del Alto Paraná, gusto culinario que llevó a esta especie a un declive en gran parte de su distribución y a que, actualmente, se considere una especie amenazada.
Aparte de alimentos, de sus hojas se realizan tejidos, como sombreros y pantallas de karanda’y (Copernicia alba). La propia palma de ramos (bendecida al comienzo de cada Semana Santa) es un trenzado de hojas jóvenes de pindó que tradicionalmente se usa para espantar tormentas y malos espíritus, según la creencia popular.
Algunas palmeras se utilizan como materiales de construcción: en todo el Chaco húmedo, el tronco del karanda’y es empleado para hacer casas y alambrados. Los postes de las primeras líneas eléctricas y telefónicas en Paraguay fueron de este material y todavía pueden verse en algunas zonas.

Bosques y pastizales
Cada especie tiene su hábitat. Normalmente asumimos esto cuando hablamos de la fauna, pero también vale para las plantas. Hay palmeras que habitan el interior de bosques húmedos, como el palmito, pero también muchas —de hecho, la mayor parte de la diversidad de variedades disponibles en el país— se dan en pastizales.
Este es el caso del yataí en particular. En realidad, nos referimos a todo un amplio grupo de especies designadas con la misma palabra guaraní, muchas de ellas enanas, generalmente con tallos de poca altura que a veces incluso no aparecen sobre el suelo.
En los campos del Cerrado encontramos el mbokaja’i (Acrocomia hassleri). De esta palmera, solamente las hojas y flores están a simple vista. Como su hábitat natural sufre de incendios con frecuencia, esta especie “sacrifica” sus partes aéreas (que se queman) para después volver a rebrotar rápidamente tras el paso del fuego. Esta proeza es posible gracias a las reservas de energía almacenadas en su tallo, que permanece enterrado bajo la arena, a salvo.

Relaciones profundas
No solamente los humanos aprendimos a utilizar los recursos que ofrecen las palmeras. Los ciervos, pecaríes y tapires consumen los frutos y muchas aves protegen sus nidos en las matas espinosas del mbokaja. El gua’a hovy o guacamayo azul es un caso muy especial: esta especie evolucionó en una cercana asociación con sus frutos, que constituyen del 80 al 90 % de su dieta.
De esta manera y con el correr de las generaciones, se volvió dependiente del mbokaja y las yataís para desarrollar sus poblaciones. Tan cercana es la relación entre fauna y flora que el sistema digestivo de este gua’a se adaptó para procesar una alimentación con elevado contenido de aceite. Los demás loros y cotorras consumen frutos de palmera ocasionalmente, pero tienen dietas mucho más variadas.

Las más amenazadas
Varias de las especies de palmeras que tenemos en el país están amenazadas por diversos motivos, pero uno de los principales es su extracción descontrolada, como sucede con el palmito. Otra causa muy extendida es la transformación de su hábitat en campos de cultivo y pasturas para el ganado.
Concretamente, existen dos especies mayormente afectadas por estos factores. Una de ellas es el yataí enano (Butia leptospatha), que fue redescubierto por la ciencia luego de casi 100 años sin registros. Esto se dio en el área urbana de la ciudad de Pedro Juan Caballero (Amambay), en un patio baldío sobre el que luego se erigió una construcción, lo que ocasionó la desaparición del único ejemplar conocido de población silvestre. Actualmente, los especímenes vivos registrados de esta especie son los que se extrajeron del hábitat y se encuentran en un jardín botánico de Brasil.
Otro caso ligeramente más esperanzador es el del yataí kamba (Butia marmorii), descubierto para la ciencia en Hernandarias por Guillermo Marmori, un funcionario de Itaipú, en los 80. Esta especie tiene un hábitat silvestre reducido a pocos metros cuadrados, con algunos ejemplares en una propiedad particular de Alto Paraná.

Conservación y cultivo
¡Las palmeras necesitan de nuestra ayuda! Estas plantas que tanto nos brindaron a lo largo de la historia tienen todavía mucho que contar. Es muy importante evitar el uso de especies exóticas y, dentro de lo posible, incluir en los proyectos de restauración ambiental no solamente árboles, sino también palmeras típicas de la zona.
En Asunción contamos con la Plaza de las Palmeras (Capitán Rivas y Sgto. Insfrán), en el barrio Madame Lynch. Es un lugar donde la lucidez de los vecinos, impulsados por el Sr. Octavio Sosa hace varios años, ayudó a formar un espacio natural donde pueden observarse ejemplares adultos de mbokaja, yataí, pindó, palmito, karanda, karanda’y y otras especies, varias de ellas muy difíciles de ver en cultivo.

En cuanto al muy amenazado yataí kamba del que hablamos más arriba, su historia tuvo un giro esperanzador de cuño nacional, ya que investigadores de Itaipú Binacional han tenido éxito en los últimos años en reproducirlo en su vivero forestal. Es una luz de esperanza para conservar esta planta dentro del territorio paraguayo.

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