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Un día en Altos

Cinco actividades aptas para toda la familia

El equipo de Pausa fue invitado a recorrer y conocer los lugares más bellos de Altos. En esta nota te traemos todo lo que debés saber si tenés ganas de perderte un día —o más— en la ciudad cordillerana.

Por Laura Ruiz Díaz. Fotografía: Sandra Flecha. Agradecimientos: Instituto Paraguayo de Artesanía y Municipalidad de Altos.

Altos no se ofrece como postal perfecta: se deja descubrir de a poco, entre aromas de embutidos ahumados, el eco de las campanas en la parroquia y las máscaras que cuelgan esperando la próxima fiesta. Es una ciudad que vive entre lo campesino y lo artesanal, entre la fe popular y los oficios heredados. Quien llega no encuentra atracciones espectaculares, sino la invitación a caminar despacio y reconocer en lo cotidiano la verdadera riqueza del lugar. El paseo se puede armar en familia, con chicos y abuelos, porque casi todo queda cerca y los caminos ayudan.

Feria de productores

El mejor punto de partida para conocer una ciudad es la feria local (o el mercado, si hay). Sandías que pronto van a anunciar el verano, miel artesanal de la mejor calidad, mandioca fresquita recién sacada de la tierra y frutas y verduras que son pura pinta y una explosión de sabor son las estrellas cada sábado de por medio en la plaza. Entre los puestos también circulan historias: familias que sostienen generaciones enteras trabajando la chacra de manera tradicional y orgánica, sin venenos; productores que, además de vender, defienden su derecho a seguir en el campo.

Allí también se reúnen las mujeres de la Asociación de Artesanas, que ponen a la vista su trabajo: tallados en madera, piezas caladas, textiles, croché, encaje ju y el ñandutí inconfundible, cada una con los saberes pasados de generación en generación.

¿Dónde? La Plaza de Romerías en Altos, Paraguay.
¿Cuándo ir? Sábados de por medio, de 8.00 a 16.00.


FESTIVAL DE LA SANDÍA
Este año se realizará la segunda edición del Festival de la Sandía, con fecha tentativa para el primer fin de semana de noviembre, un evento que no nos podemos perder.


Iglesia Parroquial San Lorenzo Mártir

En el centro se levanta la parroquia San Lorenzo, un templo guaraní-franciscano que guarda casi dos siglos de historia. Reconstruida tras la Guerra contra la Triple Alianza y restaurada en años recientes, combina muros de adobe, columnas de madera y un retablo barroco que hoy luce nuevamente sus colores originales. Más allá de la misa, sigue siendo un punto de encuentro comunitario y memoria viva del pueblo. Datos curiosos: en Semana Santa, viene la policía local y ¡meten preso al Cristo! Si querés conocer más, no te queda otra opción que visitar este emblemático espacio.

Gastronomía local

Un poco más allá está la fábrica Otto, donde la familia mantiene hace generaciones la elaboración de embutidos alemanes. El bisabuelo fundó la vecina San Bernardino y, de paso, dejó un legado igual o más importante: la receta de jamones y chorizos que hasta hoy conviven con otros productos de la tierra como café, dulces y miel. Altos —y casi toda la zona cordillerana— se caracteriza por su excelente provisión de estos alimentos, además de su producción cafetera.

Centro Cultural Municipal Luis Alberto del Paraná

Resguarda parte del patrimonio cultural de la ciudad y funciona como espacio para talleres de danza, música y teatro, además de contar con una biblioteca. Nacido como iniciativa del maestro Antonio Ayala, hoy pertenece a la Municipalidad, que lo mantiene abierto para preservar la memoria y las tradiciones locales.


POSADAS DISPONIBLES
Para quienes quieran extender la visita más allá de un día, en la ciudad hay una variedad de posadas familiares que mantienen precios accesibles y un trato cercano. Muchas de ellas son casas heredadas de los primeros pobladores, adaptadas hoy para recibir a viajeros, con pileta, espacios verdes y habitaciones sencillas pero cómodas.


Artesanía y tallado en madera

Pero si algo caracteriza a la ciudad de Altos es que es cuna de talladores. El oficio va de padres a hijos y de hijos a nietos, aunque cada vez resulta más difícil mantener viva la tradición. Ni qué decir de conseguir madera de timbó para trabajar. Un bloque pequeño necesita tres días de secado; una pieza grande, hasta un mes. Con esas limitaciones, los talleres siguen en pie, recordándonos que la artesanía también es memoria hecha a mano. Consejito del día: prohibido regatear a los artesanos.

Si vamos a hablar de tallado, el paseo incluye un alto en la capilla San Pedro y San Pablo, en Itaguazú. Cada año, es el centro de reunión de uno de los festivales más importantes: la tradicional fiesta del Kamba Ra’anga. Allí mismo, en el museo, que nos abre la puerta a una tradición con más de un siglo de historia, podemos encontrar el vestuario de los guaicurúes, con hojas de banana seca, y las máscaras talladas de los kamba, que cada año se renuevan para dar vida a números diferentes en la fiesta.

La fiesta del Kamba Ra’anga se realiza cada año en junio, y es producto del sincretismo cultural entre los colonizadores paraguayos y europeos, las comunidades indígenas y afrodescendientes de la zona.

Altos es una ciudad que vive entre la memoria campesina, las herencias de la inmigración y las artesanías que siguen naciendo a fuerza de manos. Visitarla en familia es también entrar en contacto con esas historias, algunas dulces como la miel, otras duras como la falta de madera o el olvido estatal. Un día alcanza para conocerla, pero nunca para agotarla.

Un poquito más allá de la iglesia, los embutidos y las fiestas, Altos es la pausa misma: la mesa compartida, el vecino que te saluda en la calle, el olor a madera recién trabajada. En tiempos donde todo parece apurarse, este lugar recuerda que lo cotidiano también merece ser destino.

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