Teatro

Si fuera mujer

La escena como espacio de desobediencia

Elisa Lynch y Pancha Garmendia se presentan en escena, ante el público, guiadas por una dramaturgia que las humaniza y las reimagina. Si fuera mujer no busca contar la historia tal cual fue, sino imaginar cómo sería si la narraran ellas mismas. Entre lo shakesperiano y lo pop, lo documental y la ficción, esta propuesta escénica pone el foco sobre dos figuras históricas consideradas traidoras para hablar del castigo que aún pesa sobre aquellas que se atreven a decidir.

Por Nadia Gómez. Fotografía: Fernando Franceschelli. Prendas: Fauvè, de Fabián Da Silva. Maquillaje: Luis Arce.

Entre el mundo de lo real y lo onírico, lo perspicaz y lo que disputa el sentido de la narrativa histórica oficial; desde esas aristas (y muchas más) habla la propuesta Si fuera mujer, un espacio donde dos figuras importantes para la historia paraguaya —marcadas como traidoras en el contexto de la Guerra contra Triple Alianza por motivos distintos—, Pancha Garmendia y Elisa Lynch, son vistas con un enfoque feminista, contemporáneo y liberador.

Con esta idea germinal empezaron las actrices Edith Niz, quien interpreta a Pancha, y María Liz Barrios, como Elisa. Ambas habían encarnado a estas dos mujeres históricas en el pasado, pero en clave kabuki, una forma de teatro tradicional japonés que combina música, danza, drama, movimientos estilizados y un maquillaje característico. Desde entonces, las performers quedaron con una necesidad latente de contar sus historias, desde otra mirada. Así fue como Dea Pompa, cineasta y escritora, se unió al equipo desde la dramaturgia y la dirección.

Desobediencia como punto de partida

Se preguntaron e investigaron sobre ambas con ansias de ponerse en los zapatos y la piel de ellas, mujeres primeramente conocidas por un rasgo despectivo histórico, como el de la traición —a la patria, al Mariscal, a sus congéneres, pero principalmente a ellas mismas—. A sus ojos, es la traición lo que tenían en común Pancha y Elisa.

Dea Pompa. Fotografía: Fernando Franceschelli.

Dea Pompa empezó a practicar una aproximación desde el rigor histórico, pero también desde el respeto que merecen dos figuras como estas. “¿Cómo acercarnos a ellas desde nuestra mirada de hoy, una más contemporánea, y tratar de romper con los clichés que existen al respecto?”, se planteó.

Algo estaba muy claro: este no sería un proyecto de recreación histórica. Sí fue construido con referencias reales, pero se liberó del peso de la solemnidad con el que cargan ambas mujeres. Dea tomó inspiración de elementos del teatro shakesperiano, como el coro de voces (brujas) en Macbeth. “Me encanta Shakespeare, y como nunca tuve la oportunidad de hacer algo así, quería alejarme del rigor histórico, entonces de ahí surgen estas figuras divinas, esta especie de cielo”, explica. Se refiere a los ángeles que, en escena, contemplan cómo la historia ha juzgado a Pancha y Elisa.

Aparece como inspiración y referencia también Las alas del deseo (1987), del cineasta alemán Wim Wenders, donde un ángel quiere “caerse” porque se enamora de una mujer mortal. “Proyectaba crear algo más contemporáneo, medio pop, como un collage, híbrido”, comenta Pompa, quien viene del quehacer cinematográfico, pero con el ojo puesto en el relato y la narrativa, como escritora y directora.

Edith Niz. Fotografía: Fernando Franceschelli.

La obra, que roza lo documental y la ficción, se creó desde un lugar inequívocamente femenino. Todo el proceso, la investigación y la puesta en escena, fue principalmente liderado por mujeres. La libertad creativa se percibe desde el inicio: la representación gráfica y plástica de los personajes, los ángeles que podrían ser voces de la consciencia o brujas ubicadas en alguna parte de algún cielo o purgatorio. Desde el inicio lo lúdico también juega una parte importante, un factor que les permitió construir un relato desde la licencia literaria y creativa.

La ambigüedad fue intencional, lo que las aleja de rendir cuentas al rigor histórico. “Puede que nos equivoquemos en cómo eran ellas, pero creo que está bueno romper con lo solemne. Quizás es un aporte más rico a la cultura y al repensar la historia como mujeres”, expresa Dea. La trama invoca también a otras figuras consideradas traidoras en la historia: recordaron a Mata Hari, Juana de Arco, la Malinche, Madonna, Shakira, Laurys Diva, Serafina Dávalos, Kattya González y Ana Ivanova.

“A partir de ahí aparecen las voces de otras mujeres como Andy Romero, Julia Peroni, Sifri Sanabria, y también contamos con la participación especial de Menchi Barriocanal. Todo esto nos conecta un poco más con el título, Si fuera mujer”, agrega.

En puestas anteriores, Dea había conjugado teatro con audiovisual, pero esta vez la obra se apoya en el sonido, con Martín De Lemos en el diseño sonoro. Lo visual lo ponen principalmente las actrices, pero con ayuda de la perspectiva en dirección de arte de Fabián Da Silva y Josie Lacarrubba en el diseño de luces.

María Liz Barrios. Fotografía: Fernando Franceschelli.

Ficcionar como gesto político y de libertad

Al habitar y coexistir en el marco de una sociedad profundamente patriarcal, machista y conservadora, Dea, desde su lugar como mujer y creadora, aboga por la libertad de decidir y ser. “Me interesa contribuir a la cultura porque hacemos productos culturales, finalmente, ya sea una serie de podcast, una obra de teatro o una película. Pancha y Elisa son mujeres que fueron determinadas por ciertas cosas: la primera, la casta y pura; y Elisa, la puta e impura. No hay punto intermedio”, acota.

Al mismo tiempo, Dea Pompa también se piensa a sí misma y a sus compañeras de equipo como posibles traidoras, por dar la espalda a la tradición y las expectativas: “El ejercicio de desobedecer es necesario para emanciparse y elaborar un juicio propio”.

“Pancha y Elisa son mujeres que fueron determinadas por ciertas cosas: la primera, la casta y pura; y Elisa, la puta e impura. No hay punto intermedio”

Dea Pompa, escritora y directora de Si fuera mujer.

María Liz Barrios cuenta que iniciaron el proceso como un teatro laboratorio, en el cual se nutrieron de información de forma colectiva. Recurrieron a las investigaciones de autoras como Mary Montes, quien escribió uno de los pocos materiales biográficos que existen sobre Pancha, y de Maybell Lebrón, quien hizo una novela sobre su vida.

Las actrices ven este proyecto como un importante dispositivo político, un ejercicio de visualización. “Creo que en la historia oficial hay una cultura del silencio a las visiones femeninas. Queremos rescatar a estos personajes y otorgarles voces, porque siempre son contadas

a través de hombres. Al investigar nos encontramos con muy pocos registros históricos escritos o realizados por mujeres”, explica Edith.
¿Cómo queremos ser contadas? ¿Cuál es nuestro pensamiento sobre esta narración? Estas preguntas son importantes para la construcción del relato colectivo que realizaron juntas. La misión es hablar desde una mirada propia de mujer y ocupar los espacios que de otra manera no podrían.

Fotografía: Fernando Franceschelli.

Pensarnos hoy en el teatro

La puesta presenta a dos ángeles que observan, desde el cielo, cómo la historia ha juzgado a las mujeres que decidieron trazar su propio camino. En medio del contexto de la Guerra contra la Triple Alianza, las figuras de Pancha Garmendia y Elisa Lynch emergen como símbolos de resistencia y cuestionamiento a las narrativas oficiales. Acusadas de traición por motivos opuestos, ambas alzan sus voces en un acto de justicia que trasciende el tiempo.

Si fuera mujer – Nacidas para desobedecer se estrenó el viernes 4 de julio en la sala Ruy Díaz de Guzmán del Centro Cultural de la Manzana de la Rivera, y continúa hoy, domingo 6 de julio, a las 20.00. Las entradas anticipadas tienen un costo de G. 100.000 por dos unidades, disponibles a través de la plataforma Ticketea. En puerta, el costo será de G. 65.000 por persona.

No es solo una obra sobre el pasado. Es una invitación a pensarnos hoy. A preguntarnos sobre las mujeres traidoras, qué están traicionando y qué implica el poder narrarse desde una misma, por fuera de los márgenes de la historia oficial. Quiénes son las que hoy son llamadas traidoras solo por atreverse a ser libres. Y tal vez la pregunta que titula la obra no sea solo retórica. Tal vez estén invitándonos a imaginar, en voz alta y desde el escenario, lo que podría pasar si fuéramos mujeres.

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