Nota de tapa

Paola Hermann y Carla Garelli

Herencia en movimiento

Para ellas, mayo es su mes: cumpleaños, celebraciones extendidas y el Día de la Madre son las excusas perfectas para honrar una relación que trasciende lo familiar. Paola Hermann y Carla Garelli desgranan en esta entrevista los secretos de un vínculo tejido a puntadas de resiliencia, amor y baile.

Por Laura Ruiz Díaz. Dirección de arte y estilismo: Gabriela García Doldán. Dirección de producción: Camila Riveros. Producción: Manu Portillo. Fotografía: Javier Valdez. Maquillaje: Laura Chera para Bellísima. Peinado: Beatriz Mora para Bellísima. Prendas: Mango, Caburé y Madera. Zapatos: Aldo. Accesorios: Mango, Aldo y Cortefiel.

Paola Hermann celebra su cumpleaños el 6 de mayo. Su hija, Carla, el 9. Y poco después, llega el Día de la Madre. En esta edición, nos sumamos a los festejos de este mes de dos grandes amigas de la casa con una producción de moda inspirada en la época dorada de las editoriales de modelos: los inolvidables años 90.

Los 90 marcaron un antes y un después para la industria del modelaje en Paraguay. Las pasarelas se convirtieron en escenario de una nueva generación de mujeres que no solo mostraban ropa: contaban historias con sus cuerpos, sus expresiones, su elegancia. Paola Hermann fue una pionera, que ayudó a consolidar este movimiento que fusionó arte, disciplina y belleza. Hoy, su legado continúa de la mano de su hija, en un mundo digital que exige presencia constante y autenticidad.

“Somos taurinas, así que celebramos todo el mes”, dice Carla entre risas, y nos anticipa la cena que organizó para agasajar a Paola por su cumpleaños. “No puedo dejar que pase las doce en su cama como un día cualquiera”, indica con cariño.

Fotografía: Javier Valdez.

“Creo que la oportunidad de vivir es maravillosa y estoy agradecida de poder acompañarla en esta etapa de su vida y en todas las etapas”, declara Paola. La complicidad entre ellas es única y marca el tono de su relación. Sus roles muchas veces son intercambiables: hoy se vinculan como socias empresariales. En una entrevista íntima con Pausa, repasamos la herencia y reinvención del oficio, los grandes desafíos de trabajar juntas y esos pequeños rituales que hacen que su conexión sea inigualable.

La academia, un segundo hogar

¿Cómo podríamos presentar a Paola Hermann? En Paraguay, su nombre es sinónimo de la época dorada de las top models de los 90. Es artista, bailarina, actriz, modelo profesional, conductora de tevé y coach ontológica, sistémica y corporal; además, es empresaria y dueña de la agencia Paola Hermann Management.

Carla tenía cinco años cuando empezó a imitar a su mamá y no recuerda ni un momento en donde su esencia no estuviera presente. La emulaba a ella, participaba de sus clases. “Me ponía sus tacos y desfilaba”, cuenta. Paola, fundadora de una agencia de modelaje que este año celebra más de tres décadas de trayectoria, nunca la obligó a seguir sus pasos, pero fue inevitable. “Absorbí todo: su postura, cómo mira a la cámara, incluso su forma de corregir con paciencia”, afirma Carla.

Fotografía: Javier Valdez.

“Ella siempre tuvo absolutamente todas las condiciones para ser una modelo de alta costura”, dice la orgullosa mamá. A los 17, Carla compitió en Miss Teen Internacional, en Perú. “Solo fui porque mi mamá dijo que viajaríamos”, cuenta. Paola ríe: “Negociamos: ‘Vas a hacer todo lo que yo te diga, pero todo’. Ella firmó sin leer”. Allí ganó el título, y con él, la certeza de que quería dedicarse al modelaje, siempre asesorada de cerca por su madre.

Aquel fue el inicio de una nueva etapa para ambas: mientras a Carla se le abría un mundo lleno de posibilidades y experiencias inéditas, a Paola le tocaba asumir un rol más firme, como guía con mano segura pero sin reprimir el vuelo de su hija, que recuerda esa etapa con gratitud: pudo explorar, equivocarse y crecer con la libertad de quien sabe que tiene una red de contención sólida e incondicional.

Hubo una época en que Carla rechazaba consejos. “Era joven, quería experimentar”, recuerda. “Siento que mi mamá me crió muy bien porque me dejó volar. Me permitió cometer mis propios errores, eso te forma muchísimo el carácter, la personalidad, lo que querés en tu vida; recorrer tu camino sin que te digan exactamente qué es lo que tenés que hacer. De lo contrario, nunca vamos a aprender”, reflexiona.

Fotografía: Javier Valdez.

Paola aprendió a callarse: “La maternidad es soltar. Ella necesita equivocarse para crecer”. Hoy, Carla lo agradece: “Eso me dio herramientas para manejar mi carrera”.

Las socias

La semejanza más clara entre ambas es la personalidad. “Yo creo que ella tiene mi misma alegría. Soy superdivertida, siempre busco la forma de pasarla bien, con una actitud positiva. Carlita es así también, solo que con un carácter más fuerte, quizás porque es muy joven”, describe Paola.

En el presente, los roles cambian. “A veces ella es demasiado buena”, dice Carla, y cuenta que ella misma asume el rol de poner límites. “Si no, la gente se aprovecha”, explica. Pero hay reglas: Paola siempre busca primero el diálogo asertivo, fiel a su formación como coach. “Mi mamá es una persona muy divertida, amorosa, cero estrés, y yo soy la misma versión, pero un poco más alterada”, se ríe Carla. “Pero estamos en el mismo camino”, añade.

Fotografía: Javier Valdez.

El equilibrio entre la experiencia y la innovación es clave en su empresa. Mientras Paola se enfoca en la formación de modelos —transmite técnicas clásicas de pasarela y expresión corporal—, Carla lidera la transformación digital.
Ambas enseñan, pero Carla lo hace con las más pequeñas. “Todas mis acciones son por el bien de la empresa de mi mamá: ella es la imagen, es su nombre, es todo. Sin ella yo no podría llegar a ninguna parte”, expresa y agrega: “Yo solo quiero que pueda dedicarse a viajar por el mundo y no trabajar más”.

Siempre bailando

Hoy viven en casas separadas. La principal razón de esa distancia es que Carla necesita un espacio propio donde grabar contenido sin interrupciones. En lo de su madre, cuenta, siempre hay muchas personas, lo que dificulta el trabajo. “Es muy generosa y siempre recibe gente”, explica Carla. Sin embargo, esa separación no frena su vínculo; al contrario, siempre encuentran momentos para estar juntas. “Buscamos espacios para compartir: nos reunimos, salimos a cenar, vamos al cine, entrenamos o viajamos. ¡Nos encanta bailar!”, agrega Paola al destacar cómo mantienen viva la complicidad y el disfrute.

A las dos les apasiona la danza, una afición que disfrutan tanto en las clases compartidas de fit dance que Paola introdujo —de las que Carla se enamoró rápidamente— como en noches de discoteca, donde se lucen en la pista. También comparten viajes. Hace muy poco fueron a Mendoza, donde hicieron un tour por la capital argentina vitivinícola, y ya están preparando la travesía de este año.

Fotografía: Javier Valdez.

Lo que más conmueve a Carla Garelli al hablar de Paola es la resiliencia con la que la vio atravesar cada etapa de su vida. “Nunca dejó de trabajar”, dice, casi con asombro, pero también con una ternura que se le escapa por los ojos: “Ni cuando se casó ni cuando tuvo a su primer hijo ni cuando nací yo”. Esa constancia —esa especie de fuerza silenciosa que no pide reconocimiento— es, para ella, una de las mayores virtudes de su madre.

La describe como una mujer de paciencia infinita, capaz de sostener con amor incluso a quienes fueron injustos con ella: “Tiene una tolerancia que yo no poseo y un amor que no se le agota. Es empática incluso cuando no la tratan bien”. Mientras lo dice, se emociona. Bromea con que no puede mirarla, porque si lo hace, va a llorar. Y ahí se revela, más allá de las palabras, el verdadero fondo del vínculo: la admiración, el respeto y el cariño de una hija hacia una madre que fue —y sigue siendo— ejemplo de fortaleza y ternura.

Del otro lado, las mismas emociones invaden a Paola. “Ella ahora tiene su propio proyecto, sus sueños y yo, desde mi lugar, brindo el apoyo, la compañía, el amor incondicional y todos los días aprendo”, expresa y agrega: “Es un legado que heredé de mi madre; también la acompaño en todo lo que decida hacer. Tenemos ciertas diferencias pero nos respetamos, nos queremos y nos valoramos sobre todas las cosas”.

Fotografía: Javier Valdez.

Un mismo sueño

El sueño de Paola es ver a su hija —Carlita, como le dice— terminar su carrera universitaria y trabajar internacionalmente hasta convertirse en Miss Universo en representación de Paraguay. Carla se prepara para competir antes de cumplir 30: “Es un check en mi lista de vida”. Paola no duda: “Tiene la disciplina y la belleza interior para ello”.

“Ella es mi persona favorita”, dice. “Te amo”, responde Carla, y las dos se abrazan. Entre el modelaje, el baile, los cumpleaños compartidos y las discusiones por el trabajo, hay algo que nunca cambia: “Saber que, al final del día, tenemos esta complicidad”.

Fotografía: Javier Valdez.

Más allá del modelaje o el baile, hay un código no escrito que ambas siguen al pie de la letra: el humor como antídoto contra el estrés, la honestidad brutal y la creencia de que el éxito es colectivo. Carla creció viendo a Paola ayudar a quienes la rodeaban: «Si alguien necesitaba un lugar donde quedarse, mi mamá siempre estaba».

Otro valor clave es la adaptabilidad. Hoy, esa flexibilidad las define: desde reinventarse con clases virtuales de modelaje hasta abrazar tendencias como el body positivity. «Antes buscábamos perfección; ahora, autenticidad», nos decía Paola en una entrevista anterior. Pero hay una regla que no se negocia: el tiempo que pasan juntas.

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