Nota de tapa

«El arte debe llegar a la gente»

El vuelo espejado de Juan Pablo Pistilli

El artista plástico paraguayo nos abre las puertas de su estudio taller ubicado en Trinidad. En este ameno encuentro nos acerca sus puntos de vista sobre su proceso creativo, la importancia de hacer masivo el contacto con el arte y su nueva exposición de esculturas: Volavérunt.

Por Leticia Ferro Cartes. Dirección de arte y tratamiento de imagen: Gabriela García Doldán. Dirección de producción: Camila Riveros. Producción: Sandra Flecha. Fotografía: Javier Valdez.

Entrar al taller de Juan Pablo Pistilli es espiar una rendija creativa, es darle un vistazo a su mundo interior, que podemos describir como un patchwork en marcha, materiales de todo tipo, obras de arte (propias y ajenas), caballitos de carruseles de tiempos pasados, bocetos, móviles que cuelgan e imágenes que conviven con una cohesión ordenada y prolija —idea que hasta suena un poco contradictoria, pero que tiene sentido en el universo del artista—.

El taller como refugio, herencia y territorio de invención

Con más de 30 años de trayectoria, el artista sigue sorprendiendo con la potencia de su lenguaje creador. En ese camino ha realizado numerosas exposiciones individuales y colectivas, tanto en Paraguay como en el exterior. Sus obras integran colecciones privadas y espacios públicos, como la escultura monumental que se alza en el predio del Banco Central del Paraguay, el homenaje al arpa paraguaya en la Costanera de Asunción —también conocido como Pájaro campana— o El caballo de los deseos, instalado en el Centro Cultural de la Ciudad Manzana de la Rivera.

Lo que lo mueve es algo profundo: la necesidad de crear, compartir, dejar una huella. Con la singularidad de ser hijo de dos artistas, Hugo Pistilli y Gloria Miranda, tuvo una infancia atípica. Fue un espacio en el que la libertad de crear formó parte integral de su desarrollo. Su acercamiento al arte se dio de manera lúdica, sin imposiciones.

Fotografía: Javier Valdez. Tratamiento de imagen y retoque: Gabriela García Doldán.

“Te cambia completamente la sensibilidad el hecho de participar de actividades, de estar presente, de hacerte sentir en el ambiente cultural. Influye en la forma de ver las cosas, en el proceso creativo”, asegura. Para él, supone un privilegio importante haber tenido acceso desde una edad muy temprana a materiales y oportunidades de expresar su inquietud artística, dibujar y dar rienda suelta a su imaginación, y hasta crear sus propios juguetes-robot que aún conserva.

“Materializar algo es importante, y siempre tuvimos esa oportunidad en mi familia, acá en el taller”, subraya. Su rico entorno moldeó muchas de las prácticas que continúa ejerciendo hasta hoy, por ejemplo, el dbujar constantemente, esté o no en un estado de inspiración. Juan Pablo considera crucial el lenguaje de la creación de forma permanente: “Siempre estoy bocetando, pensando en que lo que trazo lo puedo realizar en algún otro material que ocupe un lugar en el espacio”.

Esta filosofía, piedra angular de su proceso como creador, pintor, escultor y diseñador de joyas, también forma parte de su rol como profesor. “Cuando enseño trato de estimular el dibujo, es un ejercicio bastante útil: muchas veces me sirve para resolver cosas de mi pintura o mi escultura”, relata y reflexiona: “Al enseñar trato de cumplir con mi papá y otros maestros, que fueron gente generosa en transmitir su conocimiento”.

Fotografía: Javier Valdez. Tratamiento de imagen y retoque: Gabriela García Doldán.

A lo largo de su trayectoria, tuvo como inspiración a grandes referentes del arte paraguayo. Además de su padre, recuerda con afecto y gratitud a Hermann Guggiari y a Gustavo Beckelmann. Con varios de ellos no solo compartió experiencias formativas, sino también espacios de trabajo y proyectos colectivos. Esta red de vínculos lo marcó profundamente, y hoy él mismo ocupa ese lugar para muchos jóvenes artistas. Desde hace 17 años se desempeña como docente en instituciones como el Instituto Superior de Bellas Artes (ISBA), rol que asume con compromiso y entusiasmo.

Otro gesto que también heredó de su papá es la constancia. “Siempre, aunque no tenga nada, ningún tema específico, dibujo y me rodeo de cosas que me gustan. Tengo mucha disciplina en el sentido de trabajar constantemente. Aunque no haya una idea fija, de repente, si hay un tema que me agrada, me adentro, leo, dibujo, voy investigando hasta los últimos detalles. Ahí es como que se baja la lupa”, dice.

Cuando empieza a desarrollar un tema, este se hace visible y se le presenta en distintos lugares. En su trabajo está latente una sensibilidad constante hacia la naturaleza y los temas ambientales, que lo interpelan como persona y se materializan en su obra.

Fotografía: Javier Valdez. Tratamiento de imagen y retoque: Gabriela García Doldán.

Cuando el metal emprende vuelo

En su nueva exposición, Pistilli se sirve de la influencia del legado del artista español Francisco de Goya y hace referencia a la libertad de las aves, con un tinte menos siniestro y más esperanzador, según expresa. Con Volavérunt, actualmente expuesta en la galería Verónica Torres del Shopping Mariscal, el creador busca congelar en el tiempo el instante preciso en el que el ave toma vuelo, y le añade vértigo y dimensión.

Las esculturas metálicas que forman parte de ella despliegan una gran gama de texturas, a veces grumosas, a veces lisas y brillantes. Juan Pablo destaca la nobleza del acero, cuya superficie brillante y espejada permite que las personas se reflejen en las obras. Como creador, le gusta jugar con el óxido, las formas y el movimiento para generar una impresión en la gente y buscar, al mismo tiempo, su estética personal.

“Para el proceso de esta muestra, hicimos visitas a mi taller con el curador Ángel Luis Carmona, donde le mostraba mi obra en proceso. Y lo que hablábamos me estimulaba mucho para generar otras piezas. Charlar y ver la temática de la exposición te da como un estímulo para seguir creando, se genera un intercambio valioso”, comparte.

Fotografía: Javier Valdez. Tratamiento de imagen y retoque: Gabriela García Doldán.

Para él, la creación no tiene guión, su intuición lo lleva y así se genera el corpus de la exposición. “Como trabajo en construcción de metal en esta muestra, a veces tengo las piezas que voy elaborando, pero de repente puedo dar un vuelco con los materiales y cambiar completamente. Porque en el proceso estoy en un estado en que todo fluye, como de trance”, expresa. ¿Cómo encuentra inspiración? En su espacio o en contacto con la naturaleza, viendo a la gente pasar o simplemente mientras dibuja.

De su vasta experiencia como creador, rescata la capacidad de asombro del público, que para él es crucial. Lograr una comunicación, ya sea a través de una pieza o discutiendo en persona o en las redes, es parte importante de su oficio y de su experiencia humana: “Me gusta especialmente el hecho de que a través de la obra salga el niño interior que tiene la gente y que se maraville con algo que le llama la atención”.

“La escultura es más compleja que otros lenguajes, porque ocupa un espacio. Uno tiene que verla desde distintos ángulos, imaginar dónde se va a ubicar, cómo se va a recorrer. Y ahí, justamente, está lo más interesante: en cómo las personas se relacionan con ella. Ver sus reacciones, imaginar lo que están pensando, disfrutar eso también es parte del arte”, dice con entusiasmo. Lo que le interesa especialmente es que la obra despierte una chispa, un asombro, una emoción.

Fotografía: Javier Valdez. Tratamiento de imagen y retoque: Gabriela García Doldán.

La exploración con materiales es otro eje fundamental de su trabajo. Si bien el metal es una constante —especialmente el acero inoxidable, que domina con pericia—, Pistilli ha trabajado también con resina, madera, cerámica, cemento, vidrio y otros soportes no convencionales. Lo que lo guía no es una técnica particular, sino la búsqueda de una expresión que comunique lo que quiere transmitir en ese instante.

En sus esculturas actuales, esa tensión se traduce en cuerpos livianos que parecen flotar, alas que se expanden, aves en suspensión. Además del vuelo, Juan Pablo menciona otros temas que vuelven en su obra: la transformación y la conexión entre el ser humano y su entorno. Si bien no parte de un mensaje directo o literal, su sensibilidad ecológica atraviesa muchas de sus piezas. Su misión: desafiar los límites de la escultura tradicional, al incorporar nuevas técnicas y miradas.

Arte para todos, en todas partes

Las dimensiones pedagógicas y políticas de su obra no están separadas de su pulsión creativa, sino que conviven como parte de una misma práctica expandida. “Comunicar mis procesos internos es algo que me permito más ahora. Me parece positivo mostrar ese lado más íntimo, porque te acerca a las personas. En la comunicación hay un estímulo que vuelve. Y eso también te impulsa a permitirte cosas que antes no te dabas”, reflexiona. Para Pistilli, compartir el proceso también es una forma de construir comunidad artística y generar entusiasmo en otros.

Fotografía: Javier Valdez. Tratamiento de imagen y retoque: Gabriela García Doldán.

A lo largo de la conversación, el artista vuelve una y otra vez a una preocupación central: el acceso desigual a la cultura. “Creo que tenemos que empezar a desmitificar un poco el arte. Todavía existen muchas barreras. Hay discurso, pero también hay una realidad: demasiadas cosas pasaron en las generaciones anteriores con la dictadura como para que ahora todavía no haya apertura o que el acceso al arte no sea masivo”, afirma. Por eso, insiste en la necesidad de involucrarse en la vida pública, generar festivales, talleres, simposios, encuentros y, sobre todo, invadir la ciudad con arte.

Generar propuestas artísticas que se conecten con la comunidad es parte esencial de su práctica. “Siempre quiero hacer obras de carácter público porque el arte debe llegar a la gente”, afirma con convicción. Considera que uno de los caminos más potentes para derribar esas barreras es precisamente ocupar los espacios urbanos con esculturas, murales, instalaciones o intervenciones efímeras que estimulen otras formas de percepción y convivencia.

“El arte debe estar ahí, en la calle, la plaza, la vereda. La gente, cuando toma tereré bajo una escultura o frente a un mural, se sensibiliza de manera diferente, entiende que puede haber otros lenguajes que también se disfrutan y admiran”, sostiene.

Fotografía: Javier Valdez. Tratamiento de imagen y retoque: Gabriela García Doldán.

Para él, esta es una forma concreta de democratizar el acceso y generar transformaciones, aunque advierte que esto requiere de voluntad política sostenida y planes con continuidad: “Los artistas debemos generar más proyectos para la comunidad, que deben tener seguimiento. El Gobierno de turno debe plantear políticas culturales que tengan continuidad, más allá de quién esté gobernando. Si no, no hay avance”.

Sin embargo, no deposita la responsabilidad únicamente en las instituciones: “Nosotros, como artistas, también tenemos que proponer y activar para que eso se mueva. Debe ser un trabajo colectivo”.

Una casa abierta

En línea con esta búsqueda de contacto entre arte y comunidad, Pistilli ha convertido su propio taller en una especie de espacio de exhibición permanente. En el barrio Trinidad funciona no solo su lugar de trabajo, sino también una sala viva de exposición, que puede visitarse con agendamiento previo. Allí conviven alrededor de 30 esculturas de diversos artistas y obras propias de pintura y escultura, abiertas al público.

Fotografía: Javier Valdez. Tratamiento de imagen y retoque: Gabriela García Doldán.

La casa-taller tiene algo de santuario y algo de laboratorio. La vegetación que la rodea entra en diálogo con las piezas exhibidas en el patio, muchas de ellas de gran formato, que cambian con el paso del tiempo y la luz. Las obras, al aire libre o dentro del taller, nunca están del todo terminadas: se transforman, se reacomodan, se oxidan, se renuevan. En el espacio, la gente puede ver el proceso de trabajo del artista, charlar, recorrer. Es una experiencia diferente a visitar una galería.

Este enfoque horizontal, directo y participativo tiene que ver con una idea que él viene sosteniendo hace años: que el arte no debe intimidar, sino invitar. Por eso también participa de encuentros, ferias y colectivos como el recordado Festival Internacional de Escultura al Aire Libre, del que fue uno de los impulsores y protagonistas.

Estas experiencias, que implican crear frente al público, junto a otros artistas y en contacto con el entorno urbano o natural, le resultan especialmente valiosas. En un país donde muchas veces las urgencias cotidianas relegan la cultura al último lugar, Pistilli insiste en que el arte tiene un rol fundamental.

Fotografía: Javier Valdez. Tratamiento de imagen y retoque: Gabriela García Doldán.

Juan Pablo habla con pasión, pero también con la calma de quien ha aprendido a convivir con los tiempos de la creatividad. “Hoy veo mucha ansiedad por tener resultados rápidos. Pero los procesos son lentos, complejos. El arte no funciona así. Siempre va a haber una parte de enfrentarse a lo que uno siente, o a lo que está pasando, a través de la obra. Eso no se puede perder. Esa es la esencia”, afirma.

Desde su ecléctico rincón, entre herramientas, bocetos y pájaros metálicos a punto de emprender vuelo, Pistilli continúa su camino, guiado por la intuición y la disciplina. Con su obra, busca generar una sensibilidad, pensar en la realidad ambiental, estimular la mirada y, sobre todo, abrir puertas: a la imaginación, al asombro y al encuentro.

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