La celebración de la identidad
La capital espiritual del Paraguay recibe nuevamente a miles de personas que llegan no solo a agradecer y pedir, sino también a recordar —con su sola presencia— que detrás de cada pañuelo al viento hay una historia marcada por la desigualdad. En el novenario, la Iglesia habla de educación, tierra, justicia y protección social, temas que no nacen del aire, sino del hasa’asy cotidiano de una población que camina kilómetros para dejar en manos de la fe muchos derechos que el Estado no cumple. Como cada año, la revista Pausa acompañó el novenario para retratar el rostro de la peregrinación paraguaya.
Por Laura Ruiz Díaz. Dirección de producción: Camila Riveros. Fotografía: Fernando Franceschelli.
Cada año, Caacupé se vuelve el epicentro de la esperanza del pueblo paraguayo. La localidad donde el país deposita su sacrificio anual, sus penas; que además es un espacio de denuncia del hasa’asy de la comunidad dentro y fuera del territorio que compone esta nación; pero, sobre todo, el sitio en el cual se agradece, con esperanza para un mañana mejor.
La salida es bien temprano, mucho antes de que salga el sol. El equipo se preparó para llegar antes de la misa de las 7.00, para así retratar la fe de la feligresía mariana desde la primera celebración santa. A esa hora, el santuario parece un país en miniatura: jóvenes que buscan oportunidades laborales, mujeres que sostienen hogares enteros sin redes de apoyo, campesinos que piden tierra para producir y no para especular, jubilados que hacen cálculos mentales para estirar lo que ya no alcanza, y la salud, que siempre es un tema central.

Todos avanzan hacia la basílica con el mismo gesto de esperanza, pero cada uno carga un motivo propio, una falta concreta que, gracias a la Virgen, pudieron suplir. Y en ese mar de devoción, la Iglesia —con sus contradicciones históricas, sus silencios y sus aciertos— vuelve a subrayar lo que las autoridades prefieren no escuchar: que sin justicia social no hay milagro que aguante.
Este año, el programa del novenario propone reflexionar sobre la educación, el acceso a la tierra, la equidad, la protección social efectiva y la dignidad laboral, temas que, puestos así, en labios de obispos y sacerdotes, incomodan tanto como interpelan. Porque mientras los peregrinos avanzan a pie o en bicicleta, queda claro que la espiritualidad sola no resuelve el hambre, que el sacrificio no es una política pública y que cargar promesas en la espalda no reemplaza viviendas dignas, hospitales equipados ni escuelas sin goteras.

Y, sin embargo, ahí están todos: creyentes, críticos, incrédulos, comerciantes, artistas, promeseros y curiosos. Caminan porque encuentran en Caacupé un idioma común, un territorio emocional donde las demandas sociales se dicen sin micrófonos ni papeles. A veces en un rezo… o en un silencio largo. A veces en la forma en que una mamá sostiene a su hijo y pide, apenas con los ojos, que el país le dé algo más que fe.

En la explanada, con el sol alto en el cielo que ya empieza a quemar, se entiende que Caacupé es una radiografía del Paraguay real, ese que año tras año se presenta ante la Virgen con devoción, pero también con una lista de deudas que el Estado acumula mucho más rápido que las plegarias.
Hoy, en la víspera del día de la Virgen, hay dos misas: a las 7.00 la oficia el monseñor Ricardo Valenzuela, obispo de Caacupé, y el presbítero César Nery Villagra, decano de la Facultad de la Sagrada Teología; a las 19.00, el rito será celebrado por el monseñor Claudio Giménez, obispo emérito de Caacupé. El tema es Brindar una protección social efectiva para todos, que buena falta nos hace después de un año de intensas luchas por los derechos humanos.

Pedaleando con amor y fe
Milciades Cañete viene desde Tendal, una comunidad perteneciente al distrito de Villa Ygatimí, en Canindeyú. Hace varios días, con otros 13 feligreses, dejó su hogar bajo el matronazgo de la Virgen de Itapé para presentar sus respetos a la Virgencita azul.
Desde Tendal hasta Caacupé son unos 280 kilómetros, que recorrieron en sus bicicletas. El viaje es largo, pero la fe los acompaña y fortalece.

“Yo prácticamente desde mi niñez estoy acá cada diciembre”, inicia a contar el ciclista. Antes venía desde Oviedo, “a patitas”, como dice, acompañando a su familia en el camino de la fe. Con el tiempo, se acercó con otros medios de transporte, sin perder nunca su promesa con la matrona nacional.
No es la primera vez. Hace ya cuatro años que se acercan en bicicleta. “Empezamos con mi familia, éramos cuatro ciclistas, después aumentamos a siete, 11 y hoy vinimos 13. Somos amigos, vecinos, compañeros y activistas de la capilla”, cuenta él. Detrás, mucho más que 13 personas, con remeras identificatorias, miran con timidez y aclaran detalles mientras Milciades nos cuenta su experiencia.
La preparación es de varios meses y consta de dos aristas, ambas igual de importantes. La primera tiene que ver con actividades de fondeo, que inician unos tres meses antes de diciembre. La otra, con la preparación y el acondicionamiento físico, que inicia alrededor de un mes previo a la celebración mariana.
Como el paraguayo ya está acostumbrado, hacen hamburguesas, pancheadas y rifas solidarias para generar ingresos. El presupuesto para el viaje no es menor. Junto con los acompañantes, son unas 30 personas las que deben alimentarse con propiedad para no sufrir los estragos del cansancio físico y el calor abrumador.

“Todo lo que podemos, traemos de nuestra casa en uno de los vehículos acompañantes. En el lugar donde vamos a comer, nos organizamos, cocinamos, compartimos todos y continuamos el viaje”, describe Milciades. El descanso se da sobre todo en las horas del mediodía, cuando el calor se hace acuciante.
“Siempre nos ayudan las instituciones educativas. Nos quedamos en escuelas, en instalaciones municipales y también en la explanada”, cuenta el ciclista. Traen colchonetas, cuelgan sus hamacas y con eso ya están listos para la siesta reparadora. Consiguen esos espacios a través de los amigos o con la asistencia de otros peregrinos que hicieron el mismo recorrido; de Villa Ygatimí vinieron tres grupos en bicicleta.

“La promesa más importante es la salud, que no tiene precio. Si es que Dios te da eso ya es algo muy lindo, muy bueno. Después nos mueve la fe. Y mucha esperanza en que cada día nos va a ir mejor”, señala. Varios son los peregrinos que pagan promesas que hicieron para curarse de una enfermedad o solucionar problemas económicos.
A la vuelta, cuentan con vehículos que los van a acercar, junto con sus fieles compañeras, las bicicletas que les permitieron recorrer casi 300 kilómetros de devoción. “Como siempre digo, si Dios contigo, ¿quién contra ti?”, cierra Milciades.
En Caacupé, la devoción convoca, pero, de fondo, el reclamo colectivo es lo que resuena: una plegaria que, año tras año, recuerda que la fe y la esperanza no deberían ser las únicas políticas sociales vigentes

AGENDA DEL 8 DE DICIEMBRE
El 8 de diciembre, el tema es La Virgen María, testigo de la salvación. Las misas principales son la de las 6.00, que será oficiada por el monseñor Ricardo Valenzuela, obispo de Caacupé, y la de las 19.00, con la dirección del padre Óscar Iván Saldívar, rector del santuario Tupãrendá. Además, también se oficiarán servicios religiosos a las 1.00, 3.00, 9.00, 11.00, 15.00 y 17.00.




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