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No están solas

Los rostros de la lucha

Un diagnóstico que lo cambia todo. Y la duda inevitable: ¿Qué hacer? El camino para superarlo puede ser un acto de fe personal, familiar, íntimo o colectivo, pero siempre es una revolución. Diana y Juana eligieron su forma de luchar, y hoy cuentan su historia para inspirar a otras.

Por Laura Ruiz Díaz. Dirección de arte y producción: Sandra Flecha. Dirección de producción: Camila Riveros. Fotografía: Fernando Franceschelli. Tratamiento de imagen: Rodolfo Centurión. Agradecimientos: Belén Cuevas Trinidad y Anabel Artaza.

En el Mes de Concientización sobre el Cáncer de Mama, conocemos las historias de vida de dos mujeres que enfrentaron este mal con coraje y lo transformaron en un legado de esperanza. Por un lado, Diana Riego relata cómo el apoyo de su familia y su fe fueron los pilares para no caer en la desesperación. Por el otro, Juana Moreno narra su paso de paciente a presidenta de una asociación que lucha por los derechos de quienes padecen esta enfermedad. Sus experiencias, únicas y complementarias, refuerzan un mismo mensaje: la importancia de los controles anuales y de saber que, con apoyo, se puede salir adelante.

Diana Riego

“Gracias a mi familia y a Dios, no me dejé caer”
Hace un año, Diana recibió un diagnóstico que cambió su vida. Hoy, nos comparte su historia de dolor, fe y fortaleza, con un mensaje claro para quienes están luchando. “Cuando yo me enteré fue un golpe muy fuerte, mi reacción fue romper a llorar. Me desesperé mucho, parecía que el mundo se me cayó”, recuerda. La noticia la dejó devastada: “Al comienzo no quería saber nada de nada, por lo que me estaba pasando. Fue muy fuerte. La verdad es que yo estaba hecha bolsa”.

Diana Riego. Fotografía: Fernando Franceschelli. Tratamiento de imagen: Rodolfo Centurión.

En esos momentos críticos, el soporte de su familia fue fundamental. “Tengo un sobrino que es personal de blanco, fue el que me guió, me ayudó a hacerme todos mis estudios y mi tratamiento. Mis hijas me acompañaron siempre, mis nietos y mis nietas también”. Sobre eso, afirma: “Puedo decir que gracias a ellos no me dejé caer, porque había momentos que eran muy difíciles por lo que sentía y lo que me iba pasando. Mis niñas fueron las que más me apoyaron y anduvieron detrás de mí”.

Un punto de inflexión en su lucha fue su experiencia en el centro de tratamiento. “Al ir allá [al Incan] y conocer otros casos, me sorprendí. No pensé que había tantas personas con cáncer igual que yo, de todas las edades: criaturas, chicos jóvenes, señores de edad, mayores que yo y todo. Incluso con patologías peores», cuenta.

Ver a otros luchando con más fuerza la impulsó a seguir: “Ellos tenían ganas de progresar, de terminar su tratamiento, y estaban ahí, aun con todo lo que sufrían… Eso me inspiró mucho”, recuerda. “Al final, yo le daba gracias a Dios porque no fue peor mi cáncer, me ayudó eso para salir adelante”, rememora.

Su fe fue otro pilar esencial. “Me apoyé mucho en Dios, porque soy muy creyente. Nunca dejé de rezar; al contrario, me aferré más que nunca”, recuerda. Su vida, relata, cambió por completo: su alimentación, los medicamentos, todo un nuevo sistema al que debía adaptarse.

Diana Riego. Fotografía: Fernando Franceschelli. Tratamiento de imagen: Rodolfo Centurión.

Aunque ha terminado su tratamiento, reconoce que la lucha continúa. “Hasta hoy hay algo que no supero: cuando me tengo que cambiar o bañar, al verme… Eso me cuesta mucho, me golpea. Pero lo voy aceptando cada vez un poco más, con la ayuda de Dios y de mis hijas que siempre me dan ánimo y apoyo”, concluye.

Finalmente, dirige un mensaje a quienes atraviesan una situación similar: “Yo les diría a todas las personas que no dejen su fe de lado, porque eso es lo más importante para lidiar con esta enfermedad, y el cariño de las personas que les rodean, todo lo que hacen para que salgan adelante. Piensen en ellos, que no merecen que se entreguen, por ellos tienen que luchar”.

Juana Moreno

La lucha contra el cáncer también es colectiva
“Soy una prueba viviente de que, cuando se llega a tiempo, todo es posible”, empieza a contar Juana Moreno. “Hace ocho años me diagnosticaron cáncer en etapa temprana. Gracias al diagnóstico que tuve, porque me hacía mis controles en forma permanente, se detectó a tiempo. Hoy estoy aquí con todos ustedes”, afirma.

Para Juana, la palabra “organización” no es un concepto abstracto; fue la línea de vida que le lanzó el director del Instituto Nacional del Cáncer (Incan) cuando, desesperada, le reclamaba por las constantes fallas del único equipo de radioterapia. “Acá solamente si se organizan van a encontrar una solución”, le dijo él.

Juana Moreno. Fotografía: Fernando Franceschelli. Tratamiento de imagen: Rodolfo Centurión.

Esa frase, en medio del caos, germinó como un acto de rebeldía. Juana no solo estaba luchando por su vida contra una enfermedad agresiva, sino que empezaría una batalla colectiva.

Así nació la Asociación de Pacientes con Cáncer y Familiares (Apacfa), mediante grupos de WhatsApp. Luego tejieron una red de apoyo entre mujeres que, como ella, se sentían invisibles. “No nos conocíamos”, recuerda sobre esos primeros días. Junto a otras compañeras, como María Luisa Vera, transformaron su dolor en un motor de cambio. De las reuniones bajo la lluvia torrencial surgieron las ideas, y con la ayuda de un abogado solidario, redactaron un estatuto. La burocracia y la desesperanza no fueron rivales para su determinación.

Hoy, como presidenta de Apacfa, Juana es la cara visible de una lucha sin descanso. Su día a día transita entre grupos de WhatsApp operativos, ferias para emprendedores pacientes y una incidencia política que no da tregua. “Yo le escribo al presidente Peña a su número, directamente”, confiesa. Entre risas, dice que no siempre le responde, pero su voz, amplificada por la asociación, ya no puede ser ignorada.

Su gestión es tangible: remodelaron la cocina del Incan, trabajan día a día en la gestión de las necesidades de los pacientes y conoce cada rincón del hospital como su propia casa. Su motivación es simple y poderosa: “Entiendo que a veces no hay, pero a quien espera tratamiento no le importa qué se debe hacer para conseguir. Lo que quiere es que haya porque su vida está en juego”.

Juana Moreno. Fotografía: Fernando Franceschelli. Tratamiento de imagen: Rodolfo Centurión.

Juana Romero ya no es solo una paciente; es la presidenta que convirtió su calvario personal en una trinchera de esperanza para todos.

Su mensaje final es cuidar la vida: “Invito a todas las personas a hacerse sus controles anuales. Debemos valorar nuestra vida, porque lo más grande que tenemos es la salud. Hoy, un diagnóstico de cáncer ya no significa la muerte si uno llega a tiempo”.

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