«El fuego me dio todo»
Asado Báez y Báez Eventos son dos caras de una misma moneda, forjada una década atrás por el talento latente de un joven que encontró su misión de vida sobre las brasas. Al igual que muchos varones en sus 20, Ariel tenía el hobby de ponerse el delantal y cocinar la carne a la parrilla para las reuniones entre amigos y exas. Hoy, su apellido es sinónimo de buen asado y recorre el país alimentando a miles de personas que lo eligen para sus eventos, mientras hace lo que ama, aprende por el camino y proyecta un futuro que no para de crecer ante sus ojos.
Por Patricia Luján Arévalos. Producción: Sandra Flecha. Fotografía: Javier Valdez. Agradecimientos: Teresa Gamarra.
Dicen que no hay que pedir deseos al fuego, pero a Ariel Báez las llamas le proveyeron todo lo que se animó a soñar y por lo que se dispuso a trabajar.
Una década transcurrió desde la primera vez que alguien le contrató para hacer el asado de un evento privado. Con 30 comensales, para él, eran muchísimos. En 2025, un sábado normal para Asado Báez implica 15 o 18 eventos simultáneos, y su proyección es servir a 10.000 personas este mes de diciembre.
¿Cómo hacés para cambiar por completo tu vida y la de 50 personas que dependen directamente de tu gestión y reputación? ¿Cómo se crea un negocio a partir de un hobby y de qué manera se logra seguir disfrutándolo con el paso del tiempo?

El ritual del fuego
Se podría decir que Ariel nació con el gen emprendedor. Sus padres eran dueños de una bodega, y después de ver que su talento con la carne era reconocido por amigos y excompañeros, empezó a prender la parrilla los domingos, frente al negocio familiar.
Tenía solo 21 años y estaba trabajando en un banco, pero las ganas de generar algo propio ya estaban ahí. Sí, su trabajo de 8.00 a 17.00 era el fijo, el que pagaba los gastos. Era un chico de oficina entre semana, pero los findes los pasaba sudando al lado del carbón encendido. Y su futuro estaba ahí, aunque todavía no lo sabía.
En la zona no había negocios similares. Cada tanto venía alguien a preguntar en la bodega si sabían de un lugar de venta de asado. Esa fue la chispa que inició todo. No pasó mucho para que llegara su primera contratación oficial: un amigo le pidió un servicio completo para 30 personas. Le gustó la idea, pero le faltaba experiencia.
Ariel nos comenta que como Asado Benítez siempre estuvo presente en el mercado, empezó a mirar hacia allí, quizás a vislumbrar una posibilidad de emprender. Como trabajaba en un banco, tenía una idea de cómo hacer las cuentas. “Investigué y armé una oferta a partir de lo que podía ofrecer, busqué mejorar el servicio”, recuerda.

El suyo fue un paquete completo desde el inicio. Entradas, cortes de carne, ensaladas y la infaltable sopa paraguaya, una receta transmitida a través de su mamá. Subió su equipo, incluida una parrilla tambor, a su vieja camioneta y se fue. El vehículo, cargado de materia prima y producción propia; la mente, llena de expectativas.
Por dos meses vendió asado los domingos frente a la bodega familiar. Tuvo que dejarlo porque cada sábado tenía eventos que cubrir. El boca en boca es la mejor publicidad, dicen, y para él fue cierto: sus amigos, amigos de amigos, excompañeros de colegio y compañeros de facultad, o personas que probaron su trabajo en un evento y se convirtieron en clientes.
Es decir, en solo semanas, Ariel tuvo que aprender lo que a muchos les toma años: armar una estructura de negocios que fuera sostenible en el tiempo y le permitiera generar ingresos extra. “Siempre me sobraba mucho porque llevaba de más”, recuerda, “porque no quería que me faltara, ¿verdad? Entonces, calculaba un poco por encima. Y hasta hoy día, gracias a Dios, nunca me faltó comida”.

Orgullosamente sanlorenzano
Ariel Báez pensó que quizás podría estar mejor en el rubro del catering para eventos que en su trabajo fijo. El tiempo le dio la razón. Hizo un balance entre lo que ganaba y el desgaste de ambas tareas, y supo que se venía una importante decisión.
Pero antes de que tomara una resolución, algo forzó su mano. Fue un punto de inflexión en dos tiempos, así que vamos por partes.
Los primeros años de su emprendimiento, solamente tomaba eventos los sábados y domingos, porque no tenía oficina los fines de semana. Le quedaba perfecto y estaba prosperando. Atendía reuniones de relativamente pocos comensales. Su máximo de aquel momento rondaba las 50 personas.
Un día recibió la llamada para servir asado a 1000 personas. Mil. Personas. Un crecimiento meteórico para un joven emprendedor de 24 años. “Me llamaron de la Municipalidad de San Lorenzo para cubrir una cena durante las internas coloradas. Me dijeron que querían a alguien de San Lorenzo”, cuenta.

“Cuando eso no tenía infraestructura, ¡apenas logística! Lo primero que hice fue llamar a mis padres, siempre tuve su apoyo”, asegura con confianza. Algo que debemos saber sobre Asado Báez es que se trata de una empresa familiar y la mamá de Ariel es, hasta hoy, la jefa de cocina, es quien supervisa que todas las guarniciones (y especialmente su legendaria sopa paraguaya) estén a la altura de los estándares.
Pero la vida de este emprendedor hasta ese momento seguía los lineamientos típicos de lo que espera la sociedad: terminar el colegio, entrar a la facultad, encontrar un buen trabajo. “Todo era muy cuadrado”, menciona. De repente, un pedido de esa magnitud representaba un desafío. Ariel se animó y produjo la infraestructura necesaria en un tiempo récord, desde las parrillas hasta los trabajadores extra que necesitaría. Entre risas recuerda que cobró G. 40.000 por persona para un servicio que hoy, en 2025, costaría más de G. 100.000.
Su estrategia de recursos humanos fue mirar alrededor. “Toda la gente de Asado Báez, prácticamente, es del barrio y los alrededores. Mi primer parrillero es mi vecino de toda la vida; algunos trabajan conmigo desde muy jóvenes y ahora son adultos. Me enfoco en dar empleo a gente de la zona”, acota. Esta táctica también sirve a un propósito logístico, porque las operaciones de su empresa están centradas en San Lorenzo. Así se agilizan los tiempos, se garantiza el buen descanso del personal después de un evento y se evitan los viajes largos y desgastantes.

De cara al abismo
La cena para la Municipalidad salió tan bien que, cuatro meses después, volvieron a convocarlo. Mismas condiciones, fecha diferente. En vez de sábado, tenía que ser viernes, y no era negociable. Pidió permiso en su trabajo de oficina, en el mismo banco en el que venía trabajando desde hacía años y que había visto crecer su emprendimiento. La primera conversación salió bien, le darían permiso; la segunda ni siquiera comenzó, porque le entregaron su liquidación.
Ariel no sabía qué hacer. Estaba en sus 20, empezando un negocio, pero sin mayores garantías. ¿Aceptaba lo que le ofrecían? Hizo lo lógico: llamó a su papá, le contó lo que pasaba y consultó con un abogado (quien le aconsejó que no firmara nada). Su padre le dijo aquello que todos esperamos escuchar en los momentos cruciales de la vida: “Yo te voy a apoyar”. Le aconsejó que agarrara su liquidación y se dedicara a esto, y le aseguró que contaba con todo su respaldo.

La emoción de la historia es palpable y Ariel nos tiene colgando de cada palabra. Por supuesto, sabemos que todo salió bien; lo tenemos en frente: dirige una empresa de catering que no conoce de fronteras y genera empleo todos los días. Pero también sabemos que el éxito nunca está asegurado y es algo que este asador tuvo claro desde el comienzo. Se animó, firmó su liquidación del lugar que le daba estabilidad y se lanzó a crear su propia empresa. “‘Nunca más voy a trabajar para nadie’ fue lo primero que pensé al salir, y así me pasó. Me enfoqué en mi negocio”, agrega.
Y el valor de la familia es algo que jamás puso ni va a poner en duda: “Les tengo mucho aprecio a mis padres. Somos muy familieros, muy unidos. Con su respaldo, no tengo nada que perder. Con mi liquidación, mi evento de ese día y los que venía haciendo, junté el capital para equiparme. Compré mi primer furgón, mis primeras parrillitas y mi primer horno”. Por la misma época, aprovechó el boom de las redes sociales para destacarse. Facebook e Instagram se convirtieron en sus aliados y testigos de un proyecto que sigue creciendo.

Hoy
La historia ya es diferente. Su marca es conocida por enfocarse en carne vacuna con la ocasional presencia de cerdo, sin pollo. No faltan el pan de ajo, queso a la parrilla ni los vegetales asados. Recientemente ofreció un asado de siete pasos con empanaditas de tapa cuadril, cremoso de chipa guasu y costilla banderita, todo en tamaño bocado.
Ariel no se conforma. Este año se recibe de chef internacional por el IGA, una carrera que empezó en la búsqueda de elevar la oferta de su empresa. A sus eventos llevan parrillas novedosas que suman un atractivo visual a la degustación. Los distintos estilos de asado, al gancho o la estaca, por ejemplo, generan conversación entre los invitados.

Además, Báez Eventos ofrece todo tipo de servicios de catering, comida rápida, finger food, servicios de alquiler para 1000 personas, máquinas de chop… Sus clientes saben que encuentran todo en un solo proveedor, hasta decoración y organización integral. Hace un tiempo inauguraron su propio local con capacidad de 200 comensales. “El asado fue nuestra punta de lanza, hoy hacemos lo que el cliente nos pida”, puntualiza.
Y esa filosofía le ganó adeptos. De su cartera de clientes, el 70 % está con Ariel Báez desde hace años, y siempre recibe nuevos pedidos de gente que lo va conociendo. Su secreto quizás se encuentre en el hiperfoco que pone en el trabajo. Si tiene 18 eventos en un día, se asegura de hacer acto de presencia en los 18. Su apellido es el sello de confianza, y su mirada, siempre presente, la garantía de calidad.



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